Cuando Débora Dutra Feletti se enteró de que estaba embarazada de su segunda hija, se quedó atónita. Después del nacimiento de su primera hija, los médicos le habían dicho que no podría tener más hijos. Pero la vida tenía otros planes.
Manu llegó quince días antes de lo previsto, tomando por sorpresa a toda la familia. Su padre estaba en el Estadio Maracaná viendo un partido de fútbol importante —el clásico, y Débora estaba sola en casa con su hija mayor, que tenía apenas 10 años. Fue entonces cuando sintió que algo no iba bien. Su hija pensó que solo estaba nerviosa por el partido, pero caminaron hasta una clínica cercana donde le dijeron que ya estaba en trabajo de parto. Las calles estaban desiertas por el partido, pero Débora logró detener a alguien que conocía en plena calle, bajo la lluvia, y llegó a un hospital en Campo Grande, aunque todos los planes eran para dar a luz en otro hospital mucho más lejano. Ese día lluvioso marcó el comienzo de un viaje que cambiaría su vida para siempre.

En casa, nada estaba listo. Había cajas aún sin desempacar por una mudanza reciente, y la bebé llegó 15 días antes de lo esperado. Manu nació sana y, con el paso de los meses, Débora notó pequeñas señales de que algo era diferente. Manu solía sentarse sola en las esquinas y no reconocía a Débora cuando pasaba a su lado. En la escuela, siempre estaba apartada, evitando interactuar. Un día, cuando un objeto se cayó y asustó mucho a Manu, Débora comenzó a observar más de cerca sus reacciones a los sonidos para entender por qué ocurría eso. Luego, a los dos años, Manu sufrió una convulsión y cayó en coma durante casi un día entero. Los médicos le dijeron a Débora que necesitaba un lugar más tranquilo para criarla —y eso fue todo lo que dijeron.
Un nuevo lugar, un nuevo comienzo
Sin pensarlo dos veces, Débora tomó una decisión radical. Renunció a su trabajo y dejó atrás todo lo que conocían para mudarse a un pueblo playero más tranquilo y pacífico: Rio das Ostras. En ese entorno más sereno, Manu empezó a florecer. Pasaba horas corriendo por la playa sin cansarse. “Corría como si su cuerpo lo necesitara para mantenerse en calma”, recuerda Débora.
Con el nuevo amor de Manu por correr y jugar, Débora reorganizó su nuevo hogar, creando espacios que fomentaran el desarrollo de su hija. Una habitación para aprender, otra para jugar y una más para la reflexión tranquila. Un día, Débora escuchó a su hija hablando inglés con fluidez frente al televisor. No lo podía creer. Nadie en su familia le había enseñado inglés, y en la escuela tampoco tenían esas clases. Al observar con más atención, se dio cuenta de que Manu había aprendido inglés por sí sola, solo viendo programas del Disney Channel, especialmente Hannah Montana y High School Musical.

Con el tiempo, Manu acostumbró a Débora a estas sorpresas, ya que ha estado desafiando expectativas desde que nació. Con el amor y apoyo incondicional de su madre, aprendió rápidamente a prosperar a pesar de los obstáculos en su camino.
Descubriendo Olimpiadas Especiales
Como parte de su compromiso con el desarrollo de Manu, Débora se involucró en la creación de un APAE local en su ciudad. APAE es una institución que atiende a personas con discapacidad intelectual y del desarrollo en Brasil. Fue a través de este trabajo que Débora descubrió a Olimpiadas Especiales. Como a Manu le encantaba correr, Débora la inscribió en varios deportes, y allí fue donde la energía de Manu encontró su propósito.
A partir de entonces, Manu comenzó a destacarse: ganando medallas, viajando a competencias y representando a Brasil en eventos internacionales. Olimpiadas Especiales le abrió un mundo de oportunidades. En los últimos 11 años, Manu ha crecido como atleta, líder e inspiración. Durante muchos años, Débora vio todos los logros de Manu desde afuera, pero no fue hasta los últimos Juegos Mundiales de Invierno de Olimpiadas Especiales en Turín, Italia, donde pudo viajar con ella, que se dio cuenta del impacto que su hija tiene en los demás. “La forma en que se relacionaba con la gente, el respeto y el cariño que recibía… no lo podía creer, y me sentí tan feliz y orgullosa de ella”, dijo Débora.

Hoy, Manu es más que una atleta. Es una líder, una amiga, una oradora internacional y una fuerza imparable. Además de portugués, habla inglés y español, da entrevistas y hace amigos en todas partes del mundo. También forma parte de la Junta Directiva Internacional de Olimpiadas Especiales. Y a lo largo de todo este camino, ha habido una constante: Débora. Su madre, defensora, apoyo y creyente.
Cuando se le pidió que resumiera su recorrido como madre en tres palabras, Débora dijo: “Conocimiento. Superación. Determinación. Me descubrí a mí misma. Me superé. Me mantuve firme”.
Y en este Día de la Madre, Manu también tuvo unas palabras poderosas para su mamá:
“Gracias, mamá, por todo lo que has hecho. Sé que hay días que no son fáciles, pero nunca dejamos que nuestra unión se rompiera. Han sido muchos años, muchas cosas que pasamos juntas, pero todavía nos quedan muchas más por vivir. He visto lo mucho que trabajaste y cómo nunca te rendiste. Te he estado observando, aprendiendo de ti, y quiero que sepas: eres una de las pocas personas en mi vida en las que realmente puedo confiar… Te amo muchísimo.”
Para cada madre que cree en el potencial de su hijo antes de que el mundo lo vea: su amor les ayuda a romper todas las expectativas.
Feliz Día de la Madre.