Recibir un diagnóstico de discapacidad intelectual no es un final. Es un punto de partida.
Es el inicio de un proceso que, con la información adecuada y los apoyos correctos, puede transformarse en una oportunidad para comprender, acompañar y construir un entorno en el que cada persona pueda desarrollar su potencial.
En el caso de la discapacidad intelectual (DI), llegar al diagnóstico adecuado es clave para acceder a intervenciones educativas, médicas y sociales que promuevan el bienestar y la autonomía. Por eso es fundamental conocer qué se evalúa, cómo se evalúa y quién participa en este proceso.
¿Qué se evalúa para confirmar un diagnóstico de discapacidad intelectual (DI)?
Según los criterios establecidos por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), el diagnóstico de discapacidad intelectual se basa en tres aspectos fundamentales que deben cumplirse simultáneamente:
1. Limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual
Se trata de dificultades en áreas como:
- Razonamiento.
- Resolución de problemas.
- Planificación.
- Pensamiento abstracto.
- Memoria.
- Aprendizaje académico.
Este aspecto se evalúa a través de pruebas estandarizadas aplicadas por profesionales de la psicología. Un cociente intelectual (CI) inferior a 70-75 puede ser un indicador, pero el diagnóstico no se basa solo en una cifra, sino en un análisis más amplio que considera el contexto y las características de la persona.
2. Limitaciones en el comportamiento adaptativo
Estas son las habilidades que permiten a una persona desenvolverse de forma independiente en su vida cotidiana, de acuerdo a su edad y contexto cultural. Se agrupan en tres áreas:
- Habilidades conceptuales: lectura, escritura, uso del dinero, manejo del tiempo, razonamiento.
- Habilidades sociales: relaciones interpersonales, empatía, respeto por normas y códigos sociales.
- Habilidades prácticas: higiene personal, alimentación, movilidad, seguridad, tareas del hogar o uso de servicios comunitarios.
Estas habilidades se evalúan mediante entrevistas y cuestionarios dirigidos a los cuidadores principales y personas que conviven con el niño o adolescente.
3. Inicio durante el desarrollo (antes de los 18 años)
Para confirmar el diagnóstico de discapacidad intelectual, las dificultades intelectuales y adaptativas deben haber comenzado durante la infancia o adolescencia. Esto permite distinguir la DI de otras condiciones adquiridas en la adultez, como lesiones cerebrales o deterioros cognitivos.
¿Quién realiza el diagnóstico?
El diagnóstico de DI no se hace de forma aislada. Es un proceso que involucra un equipo interdisciplinario:
- Psicólogos clínicos o educativos.
- Médicos pediatras especializados en desarrollo.
- Terapeutas ocupacionales, del habla o fisioterapeutas (según necesidad).
- Educadores y orientadores escolares.
Este equipo trabaja en conjunto para analizar los resultados de las evaluaciones y construir un perfil integral del niño o la niña, considerando sus habilidades, desafíos, contexto familiar y entorno educativo.
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¿Por qué es importante un diagnóstico claro y temprano?
Un diagnóstico no es una etiqueta. Es una herramienta que permite:
- Acceder a servicios y terapias personalizadas.
- Diseñar planes educativos del cuidado.
- Promover la autonomía y autoestima.
- Prevenir barreras futuras en la escuela y la comunidad.
- Acompañar a la familia con más claridad y confianza.
Además, permite a las familias acudir a grupos de apoyo, comprender mejor el desarrollo de su hijo y construir vínculos sólidos con profesionales que los acompañarán a lo largo del camino.
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El compromiso de Olimpiadas Especiales

Con nuestra guía Comienzo Saludable, en Olimpiadas Especiales ofrecemos orientación clara y apoyo a las familias que enfrentan un diagnóstico de discapacidad intelectual o retraso en el desarrollo. Sabemos que los primeros pasos pueden ser confusos, pero también sabemos, por experiencia, que cuando hay acompañamiento, información confiable y el acceso a una comunidad inclusiva hacen toda la diferencia.
Además, nuestros programas, como Atletas Jóvenes, Deportes Unificados y Atletas Saludables, promueven el desarrollo físico, emocional y social de niños, jóvenes y adultos con discapacidad intelectual.
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